Autores:

ANDREA DEMASI

Graduada en Ciencias de la Comunicación (Universidad de Buenos Aires), integrante del equipo de gestión de la Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones. Especialista en Planificación y Gestión de Políticas Sociales (UBA). Coautora de la guía Comunicación responsable: recomendaciones para el tratamiento de temas de salud mental en los medios, publicada por el Ministerio de Salud de la Nación en el año 2013.

MARTÍN DE LELLIS

Graduado en Psicología (Universidad de Buenos Aires), profesor titular regular por concurso en la Cátedra I de Salud Pública y Salud Mental de la Facultad de Psicología (UBA). Magíster en Administración Pública y especialista en Planificación y Gestión de Políticas Sociales (PRONATASS/UBA). Consultor del Área Salud en organismos públicos nacionales y agencias internacionales (OIT, UNICEF, OPS, ONUSIDA).

El suicidio representa un grave problema de salud pública. Es definido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como “el acto deliberado de quitarse la vida”, y se destaca por ser una problemática compleja, que está determinada por el atravesamiento de múltiples factores (biológicos, subjetivos, culturales, históricos, socioeconómicos, religiosos, étnicos y ambientales).

Según el último informe presentado por la OMS en junio del 2021, más de 700 mil personas se suicidan cada año. A nivel mundial, por cada suicidio consumado existen 20 intentos. Es la cuarta causa de muerte en el mundo en el grupo etario de 15 a 29 años y la tercera en el de niñas de 15 a 19 años. El 77% de las muertes ocurre en países de medianos y bajos ingresos. Los datos confirman que el suicidio representa el 7,3% de todas las muertes en el grupo de edad de 15 a 19 años a nivel mundial, solo superado por los accidentes de tránsito.

Si bien las tasas de suicidio disminuyeron en la región del Mediterráneo Oriental, la región de Europa y del Pacífico Occidental en los veinte años transcurridos entre 2000 y 2019, en la región de las Américas, en cambio, las tasas se incrementaron en un 17% en ese mismo período.

En el presente artículo nos centraremos en los procesos de naturalización de ciertas conductas asociadas con los padecimientos mentales y el rol de los medios de comunicación en la desnaturalización y problematización de las creencias y falsas ideas, en pos de avanzar hacia estrategias eficaces de comunicación y prevención en torno a una problemática de alta prevalencia epidemiológica e impacto social, tal como lo constituye el suicidio.

LOS PROCESOS DE NATURALIZACIÓN Y PROBLEMATIZACIÓN

El concepto de naturalización, de importante raigambre en la tradición de la psicología social, ofrece una vía significativa para pensar el enfoque en torno a la prevención del suicidio desde una perspectiva que incorpore también la dimensión social y cultural.

Es el proceso mediante el cual ciertos fenómenos y pautas de comportamiento son considerados como el modo de ser de las cosas en el mundo, como parte esencial de la naturaleza de la sociedad. […]

La […] naturalización y familiarización son las vías para aceptar, conocer y relacionarse con lo extraño, con lo diverso; para hacerlo aceptable, admisible y también para internalizarlo y considerarlo como parte del ser en el mundo. Junto con la habituación, son los mecanismos microsociales que mantienen ciertas estructuras y modos de vida, a la vez que sostienen la permanencia y el estasis social(Montero, 2004: 292-260).

Las estrategias más importantes para revertir los procesos de naturalizaciónyfamiliarizaciónson denominadas procesos de problematización o desnaturalización de aquello que forma parte del devenir no cuestionado de la realidad, de aquello “que siempre se hizo de esta manera y no es hora de cuestionarlo”, de aquello que se asume como fatalmente necesario y, por lo tanto, imposible de modificar.

El concepto de problematización fue introducido por Paulo Freire (2005), quien lo acuñó para definir un componente central de su enfoque revolucionario de la pedagogía social, y lo caracterizó como el proceso de analizar críticamente el modo de concebir el mundo y el rol que adopta en él la persona. En tal sentido, la problematización produce una movilización del campo cognoscitivo, ya que se cuestionan las explicaciones y consideraciones acerca del mundo tenidas como verdaderas por el grupo social al que el sujeto pertenece y ofrece la vía para la adopción de concepciones alternativas a las mayoritariamente aceptadas.

Las estrategias de problematización procuran como efecto la desnaturalización de procesos y relaciones sociales, pues al cuestionar el carácter natural de las circunstancias vitales y plantearlas como fruto de una construcción social se reflejan los conflictos y las estructuras de opresión que son parte indisociable de la reproducción social (por ejemplo, el dominio ejercido por una clase social o género sobre otra/o).

Los procesos de desnaturalización de cuestiones sociales constituyen uno de los requisitos fundamentales para que temas naturalizados e invisibles puedan visibilizarse e ingresar a la agenda social para su tratamiento y/o resolución a través de políticas públicas, y alcancen así el estatuto de cuestiones socialmente problematizadas que movilizan el interés o la atención del público general (De Lellis et al., 2010).

Las estrategias, métodos e instrumentos de comunicación desempeñan un papel fundamental en el proceso de desnaturalización, ya que para lograr que una cuestión social sea visibilizada deben conjugarse diversos factores: la percepción generalizada en la opinión pública en torno a la gravedad y/o urgencia que plantea un tema para obligar a su perentoria resolución y al carácter disruptivo que presenta respecto de la situación precedente, o bien la capacidad de influencia que ejercen los actores sociales que pugnan por su consideración pública a través del uso de dichas estrategias.

EL ROL DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN EN LA DESNATURALIZACIÓN DE CREENCIAS SOBRE EL SUICIDIO

Como se infiere de lo expresado anteriormente, uno de los roles más importantes que hoy les cabe a los medios masivos de comunicación radica en desmontar las falsas ideas reforzadas por las actitudes y las creencias de la población, las cuales obstaculizan el desarrollo de propuestas preventivas en torno a la cuestión.

Por otra parte, resultan necesarias una tarea educativa y de difusión que ponga el acento en reconocer cuáles son los grupos más afectados o vulnerables (por ejemplo, jóvenes y/o personas mayores), así como también información acerca de las respuestas institucionales (de parte del Estado o de organizaciones sociales, entre otras).

Finalmente, es de cardinal importancia el rol de los medios masivos de comunicación como una herramienta de gran potencia para situar las problemáticas sociales y sanitarias en la agenda pública y estimular el debate público en torno a las mismas.

El concepto de agenda pública ha sido formulado en forma sistemática desde las ciencias políticas, con el objeto de describir el proceso de inclusión de temas (issues) que, en virtud de su problematización como cuestiones sociales relevantes, el Estado termina por incorporarlas en su programa de acción y les confiere, de esta manera, carácter de legitimidad.

Desde esta concepción, los grupos de presión o bien las agencias estatales utilizan canales institucionales para situar su demanda en la órbita del Estado y así movilizar los recursos necesarios para su resolución. En este proceso, tales grupos se encargan de colocar la cuestión en la arena pública, con el objeto de que la movilización generada en la población vuelva indispensable la intervención estatal, pues ello denota algún grado de legitimación de la cuestión que origina la demanda.

Al mismo tiempo, los medios de comunicación recogen habitualmente sucesos en los cuales una o más personas adoptan una conducta suicida (intento o consumación), que ingresan a la agenda pública por diversas razones (notoriedad del hecho, realización del acto en un ámbito público, celebridad de la/s persona/s implicada/s).

En virtud de que los hechos y/o circunstancias que rodean a la conducta suicida revisten aspectos de difícil tratamiento (porque pueden afectar, por ejemplo, el derecho a la privacidad o pueden ocasionar la publicidad de aspectos íntimos para satisfacer curiosidades morbosas), se ha generado un consenso en torno a la necesidad de establecer pautas y criterios que orienten a los decisores y profesionales de la comunicación respecto de qué información brindar y cómo presentar las noticias asociadas a este tipo de eventos.

Resulta indispensable, asimismo, revisar algunos criterios fundamentales que han sido caracterizados por organismos sanitarios internacionales (OMS), instituciones y organismos nacionales (Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones, Defensoría del Público de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo-INADI) y expertos locales.

De la revisión efectuada en torno a buenas prácticas de comunicación sobre el suicidio en general (como problemática social o epidemiológica) y aplicado a casos específicos, se ha podido arribar a las siguientes conclusiones:

  1. Respecto de la comunicación acerca del suicidio en términos generales, las revisiones son coincidentes en la necesidad de interpretar cuidadosamente los datos estadísticos, utilizar fuentes confiables, no emplear abusivamente el término suicidio, evitar generalizaciones apresuradas (con extrapolación indebida de datos) y ser cuidadoso/a con la información en torno a la relación del suicidio con procesos de cambio social.
  2. Respecto de la comunicación de casos específicos de suicidio, evitar el cubrimiento sensacionalista, las descripciones detalladas en relación con el método utilizado para consumar el suicidio o el escenario elegido por el/la suicida; prescindir de explicaciones reduccionistas, y procurar no convertir a quienes se suicidan en mártires de una causa que podría ser objeto de imitación.
  3. Un aspecto en el que existe amplia coincidencia consiste en la importancia que adquiere el suministro de información sobre algunos factores de mayor riesgo para su consumación: por ejemplo, anunciar las señales de advertencia sobre el comportamiento suicida que contribuyan a una prevención oportuna o bien las estrategias de resolución adoptadas para evitar el suicidio en personas con depresión; publicitar factores protectores para la evitación del mismo; difundir los principales mitos y verdades asociados con la conducta suicida, y divulgar los grupos de riesgo. También resulta fundamental informar en torno a la ayuda disponible para quien manifieste tendencias suicidas y explicitar el acceso a dicha información (por ejemplo, números telefónicos para asistencia al suicida, grupos de autoayuda, orientación y/o tratamiento profesional), ya que permitirá, a quienes lo necesiten o requieran, disponer de servicios útiles para actuar ante este tipo de situaciones.

El suicidio representa un grave problema de salud pública en todo el mundo. A ello se suma que desde la declaración de la pandemia de COVID-19 en marzo de 2020, la OMS viene advirtiendo respecto de los efectos que se están evidenciando en la salud mental de las personas como consecuencia de la misma. Estas advertencias incluyen también la proyección de los efectos en el largo plazo, entre los cuales puede inferirse un incremento de los padecimientos psicosociales, en general, y de los casos de suicidio, en particular. Por ello, la respuesta sociosanitaria en términos de salud mental es considerada como una prioridad que los Estados deben asumir con la participación de los distintos actores de la sociedad civil. 

BIBLIOGRAFÍA:

De Lellis, M. et al. (2010). Políticas públicas y salud comunitaria en Saforcada, E.; Mañas, M; Aldarondo, E. Neurociencias, salud y bienestar comunitario. Universidad Nacional de San Luis.

Durkheim, E. (2004). El suicidio. Losada.

Freire, P. (2005). Pedagogía del oprimido. XXI.

Martínez Calle, S. et al. (s/d). Mortalidad por suicidio en Argentina. Período 1997-2011. Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones, Ministerio de Salud de la Nación.

Ministerio de Salud, Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones. (s/d). Comunicación responsable. Recomendaciones para el tratamiento de la temática del suicidio en los medios. http://www.msal.gov.ar/saludmental/index.php/informacion-para-equipos-de-salud/comunicacion-responsable

Montero, M. (2004). Introducción a la psicología comunitaria. Paidós.

Moscovici, S. (1981). Teoría de las minorías activas. Morata.

Organización Mundial de la Salud. (2000). Prevención del suicidio. Un instrumento para profesionales de los medios. Departamento de Salud Mental y Toxicomanías.

Philips D.P. (1982). The impact of fictional television stories on US adult fatalities: new evidence on the effect of the mass media on violence. American Journal of Sociology, 87, 1340-1359.

Red de Usuarios, Familiares y Voluntarios por la Salud Mental. (2011).Acta del Primer Encuentro Nacional y Latinoamericano de Familiares, Usuarios y Voluntarios por los Derechos Humanos en Salud Mental. Buenos Aires, 2 de noviembre.