*Por Alexia Navarro – Viceministra de Salud de la Provincia de Buenos Aires

Como cada año, el 7 de abril se conmemora el Día Mundial de la Salud con motivo del aniversario de la fundación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 1948. ¿De qué hablamos cuando hablamos de “salud”? Según la OMS, es el “completo bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de enfermedades”. Sin embargo, ha llegado ese momento de replantearnos esta definición y, sobre todo, cómo transcurren las personas en nuestro sistema de salud.

El sistema de salud argentino presenta múltiples complejidades con una gran heterogeneidad y fragmentación, basado en tres subsistemas de acuerdo con el financiamiento: el público, el privado y el de la seguridad social. En estos subsistemas, a su vez, podemos observar nuevas complejidades: en el sector público, nos encontramos con distintas jurisdicciones, y en el sector privado, con distintos tipos de coberturas, modalidades de acceso y efectores.

Además, es importante destacar que dentro del sector privado, en cuanto a la distribución de la población, existen aproximadamente 500 empresas de medicina prepaga y, sin embargo, el 70% de los afiliados lo concentran únicamente cinco de ellas, lo que pone de manifiesto una distribución desigual de recursos y de población atendida, generando nuevas asimetrías entre los subsistemas.

Durante los ´90 se llevaron adelante reformas en el sistema de salud, como la desregulación de obras sociales y la conformación de los hospitales de autogestión. Esto profundizó aún más la falta de coordinación y articulación del sistema de salud del país, lo que dificulta un uso eficiente de recursos y la equidad en la cobertura y acceso.

Con el atravesar de la pandemia por COVID 19, la necesidad de trabajar en un sistema integrado de salud con el rol rector de Estado quedó en evidencia y precipitó mucho de estos procesos que garantizaron la asistencia y continuidad de los cuidados de toda la población.

La articulación entre sistema público, privado y de seguridad social se concretó en una red de “disponibilidad de camas” y de derivaciones, con una estrategia de distribución de recursos y fortalecimiento del sistema de salud de acuerdo con la disponibilidad de camas por habitantes; una red de laboratorios para diagnóstico oportuno hasta la implementación de protocolos emitidos por el Ministerio de Salud y el abastecimiento de plasma de convaleciente de forma centralizada como estrategia de tratamiento.

Cuando hablamos de “integración del sistema de salud”, nos referimos también a una perspectiva de líneas de cuidados que garanticen el acceso de la población a prácticas promopreventivas, diagnóstico y tratamiento. Incluso se debe acompañar el transitar por el sistema en contraposición a la dinámica

actual, donde las personas “buscan” y se “pierden” en esta fragmentación y desarticulación. Esto implica un cambio de paradigma actual, en el cual el sistema de salud se encuentra altamente concentrado en atención de la salud especializada y basada en hospitales con una insuficiente atención en la promoción de la salud y el control de enfermedades.

Por ello, la solución que se plantea frente a estas problemáticas es pensar en un sistema de salud integrado, haciendo un uso más eficiente de lo que hay en Argentina. Sabemos que el Estado es el responsable de garantizar la salud a todas las personas que habitan en el país, por eso es que se tiene que trabajar en rediseñar, desde un compromiso con el conjunto de la población, un nuevo sistema sanitario, con la responsabilidad de la regulación, articulación y defensa de la equidad en el sector salud.

Empezar a pensar en una reforma del sistema de salud, con la necesidad de un sistema eficiente y equitativo, implica necesariamente iniciar una discusión sobre un sistema de salud integral, con la experiencia y consecuencias de una pandemia que atravesó a la totalidad de la población, con impacto económico en todos los sectores y un Estado que se piense en función del pueblo.