Cuando el matrimonio igualitario era todavía un sueño, nos animamos a empezar a pensar estrategias para hacerlo realidad. Así surgió la primera campaña comunicacional para transformar los sentidos del matrimonio y la diversidad en nuestro país: “El mismo amor, los mismos derechos”.

Esa fue la consigna del primer picnic por la diversidad familiar con el que queríamos mostrar que nuestras familias ya eran parte de la realidad y lo que buscábamos era el reconocimiento igualitario de nuestros derechos, los de nuestras parejas, los de nuestres hijes. Esos derechos que son fundamentales en la vida de muchas familias: la posibilidad de compartir una obra social, una prepaga, acceder a una pensión, heredarle tus bienes a tu hije, solicitar una licencia “por familiar enfermo”, entre otros.

Luego, entendimos que eso no era todo. Los derechos eran muy importantes, pero no eran todo lo que buscábamos con la aprobación del matrimonio igualitario. También queríamos igualdad. Lo más importante era lograr el mensaje de igualdad desde el Estado, una herramienta fundamental para trabajar contra la discriminación y la violencia en todos los ámbitos de nuestras vidas. Así que muy pronto aquella consigna inicial se transformó en “El mismo amor, los mismos derechos, con los mismos nombres”.

Los sectores más conservadores de la política, quienes se habían opuesto a la Unión Civil en la Ciudad de Buenos Aires, empezaron a ofrecernos una unión civil nacional para evitar el acceso al matrimonio igualitario. Por eso nuestro mensaje tenía que ser claro. Queremos los derechos, pero también queremos acceder a la igualdad como herramienta para trabajar por la igualdad real, para una vida cotidiana sin violencia y sin discriminación.

Organizamos campañas para juntar firmas, spots con referentes del arte y la cultura, eventos donde mostramos la adhesión de personas reconocidas en los ámbitos de la ciencia, la academia, la música, el arte, el derecho, los medios de comunicación, la política, las religiones, las centrales de trabajadores… y una campaña de amparos que no solo expresaría la adhesión de la Justicia a nuestro reclamo, sino que también nos daba la oportunidad de instalar en el debate de los medios de comunicación la historia de una familia que necesitaba acceder al matrimonio, explicar por qué era necesario y oportuno avanzar con la aprobación de esta ley.

Fueron esas campañas, el trabajo de las organizaciones, la militancia individual y colectiva en la mesa familiar y en las universidades, escuelas, lugares de trabajo, el compromiso de referentes en todos los ámbitos, y un gobierno comprometido con los derechos humanos y los derechos de la diversidad los que lo hicieron posible.

Así es que Argentina, hace 11 años, se convirtió en uno de los países del mundo con mayor igualdad para la diversidad. Lo que se profundizó con la Ley de Identidad de Género y tantas otras leyes con perspectiva de diversidad que se aprobaron en aquellos años, y que hoy continúan con la Ley de Inclusión Laboral Trans y otras en las que estamos trabajando, que sabemos que serán ley y política pública para construir un país más justo e igualitario para todas, todos y todes.

María Rachid